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Moho en el jamón y los embutidos, ¿es seguro comérselos si quitamos la parte afectada?

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El moho en el jamón, y en otros embutidos, no implica grandes problemas alimenticios, pero no ocurre lo mismo con otros alimentos, que sí es conveniente tirarlos para que no se sucedan molestias digestivas, especialmente en personas con el sistema inmune debilitado.

El moho puede contender micotoxinas peligrosas que provocan daños a largo plazo en el riñón o el metabolismo hormonal. En algunas ocasiones, incluso hasta cáncer, señala la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.

Incluso cuando no se vea moho en otras zonas, es muy probable que los microorganismos se hayan extendido por todo el alimento a través de las hifas, las raíces que permiten a los hongos su expansión.

¿Qué sucede con los embutidos y el queso?

En alimentos duros, muy deshidratados y turgentes, los hongos se expanden más despacio, así que es posible salvar el resto del alimento, pues no estará afectado. Así ocurre con el jamón y los embutidos, el queos cuando es muy curado y las verduras duras.

El moho en el jamón, la cecina, el fuet o el salchichón no es problemático en aquellas zonas donde no aparece, pero si al retirar esa área afectada, el sabor es extraño, lo mejor será desecharlo.

Otros productos similares, pero más blandos, como la mortadela, la panceta o las salchichas, sí se deben tirar. Con el queso, cuando sea muy blando, hay que deshacerse de él, pero los mut duros se pueden consumir si se deja un espesor de dos o tres centímetros hasta la parte comestible.

¿Cómo evitar el moho en el jamón?

Para que no aparezca moho en el jamón y otros embutidos, lo mejor es colgar estas piezas en lugares frescos, secos y bien ventilados, con temperaturas suaves y estables, sin incidencia de luz directa. Se deben mantener en el envoltorio original hasta el momento de consumirlos y una vez abiertos, tapar la parte abierta con un poco de aceite y un papel film. Así ocurre con los embutidos, pero no con el jamón.

El resto de la pieza se envuelve con un trapo de algodón. Si se van a consumir en poco tiempo, no es necesario introducirlos en el frigorífico (hablamos de las lonchas), pero si no es así, lo mejor es que vayan a la nevera.